miércoles, octubre 04, 2006

EL ENGAÑO SUTÍL: TE QUIERO CON TODO EL CORAZÓN


Jorge Eduardo Duque Parra.
B.Sc, M.Sc, Ph. D
Departamento de Ciencias Básicas



Se han dedicado una enorme cantidad de frases y anotaciones sobre el corazón, equiparándolo a la actividad que produce el encéfalo, por ejemplo: Lo más importante para un ser humano es lo que está en su corazón, no me cabe el corazón en el pecho de tanto amor, la gente mala no tiene corazón, se me parte el corazón de la pena, se es muy blando de corazón a la hora de juzgar, se me congeló el corazón del miedo y un muy largo etcétera.

Se nota con ello que el corazón, a pesar de los avances en Neurociencia, sigue siendo considerado por las mayorías, el órgano con que amamos, sentimos y nos emocionamos. Esto podría ser válido para el pensamiento de los antiguos asirios que ubicaron la mente en el hígado y en el intestino, también sería válido para los mesoamericanos que consideraban al corazón como el órgano más noble del cuerpo, tanto, que lo ofrendaban a los dioses en sus sacrificios de seres humanos.

Por qué este meme (unidad de herencia cultural que se transmite de cerebro a cerebro) se ha pegado tanto?, pues, seguimos empecinadamente en atribuir un tal “buen corazón” a las personas bondadosas, calificamos de “cordiales” (cors, corazón) a los pensamientos y los actos afectuosos, y las parejas en especial en el día del amor y de la amistad, intercambian corazones como símbolos de amor.

Aristóteles hace unos 2400 años infirió erróneamente sobre el corazón, como órgano del pensamiento, y anulo al encéfalo. Él, considerado por muchos el padre de la lógica y fundador de la escuela peripatética en Atenas, se interesó en investigar la sensibilidad del cerebro. Probó en animales, tocando directamente el cerebro, pero no halló respuesta (debió estimular las tales áreas mudas -de asociación del la corteza cerebral-), notó también que al cortar el cerebro, éste no sangraba. Concluyó entonces, incorrectamente, que la víscera cerebral era insensible y equívocamente le negó toda participación en la actividad mental, para lo afectivo y otras funciones más. En cambio, en concordancia con lo que muchos dicen hoy por hoy, declaró al corazón como el asiento de las sensaciones, contradiciendo así a su maestro Platón, quien, aunque sin pruebas experimentales propias, se había inclinado a considerar al cerebro como el órgano de la ideación. Curiosamente, si Aristóteles hubiera sido más “piloso”, habría realizado en el corazón la misma experiencia de tocarlo directamente y también hubiera encontrado que no responde al tacto. Que problemota hubiera tenido, porque entonces hubiera puesto los sentimientos en algún otro órgano, digamos el bazo, el pene, la vejiga, los riñones o algún otro.

Afortunadamente con el paso del tiempo, alguien se cuestionó sobre el corazón, no fue un científico, fue el literato William Shakespeare que preguntó en el mercader de Venecia: “dónde se generan los pensamientos, en el cerebro o en el corazón?”. Curiosamente en las concepciones europeas se mantuvo que el corazón era el órgano de la conciencia. Se podría decir, que durante casi dos milenios fue al corazón, al que se consideró el órgano clave de las funciones mentales superiores y de la mayoría de los comportamientos.

En nuestros días tenemos más conocimientos del mundo externo y de nosotros mismos, sin embargo, todavía decimos que alguien tiene el corazón destruido por un amor no correspondido, remitiéndonos así a una concepción cardiocéntrica de las pasiones. Y, el hecho de considerar el corazón particularmente importante en el comportamiento y en las patologías de las pasiones, puede servir para explicar en parte, que se hayan practicado sangrías en pacientes afligidos por una tristeza profunda y un pesimismo generalizado, esta alteración la llamamos melancolía en el lenguaje popular y técnicamente depresión. Tan metido está esto como meme, que los “avanzados” dicen “pensar con el corazón” y que “los hombres de conocimiento exterior inspeccionan la mente, mientras que los de conocimiento interior limpian y purifican el corazón” (como están de engañados, pues el corazón cumple varias funciones: bomba aspirante e impelente de sangre y liberador de polipétptido natriurético atrial y, si tenemos hambre pues para comérnoslo o si queremos volver al pasado de los cuentos: para ponerlo a alguna deidad que nos inventemos, o ponerlo como corazón del mítico Jesús de Galilea en su pecho –bien central- como símbolo de bondad.

De todo lo anterior se extrae, que es mejor decir, te quiero con el encéfalo (o el cerebro), que te quiero con el corazón, y mejor aún decir: te siento con todo mi sistema nervioso si se desease tener una visión anatómica del donde se generan los sentimientos del querer. Si te quisiesen con el corazón, no habría sentimiento, equivaldría a decir te quiero con el hígado, con el intestino tenue, con el bazo, con el pulmón derecho u otro órgano por excelencia no neural. Así, es mejor ser más justo y decir como corresponde: Te quiero con todo mi encéfalo. Si usted quiere tener un argumento contra su esposa, esposo, amante del que está ya aburrido, indíquele: mamita, papito yo te dije que te quería con el corazón, no con el encéfalo, y por ello no hice cálculos para disputas sobre el amor infiel y será libre de culpa.