jueves, marzo 08, 2007

EL ENAMORAMIENTO CON LA PROFESIÓN NO DEBE OLVIDARSE






Jorge Eduardo Duque parra
B. Sc; M. Sc: Ph.D
Profesor del Departamento de Ciencias Básicas
Universidad de Caldas

Al escribir estas líneas satisfago mi fuerte necesidad de manifestar lo que pienso y amparado en tres fuentes generales sobre el campo de la Medicina humana, sin tener un conocimiento profundo de ella y sin ser un profesional de la misma. Por ello, presento excusas a quién encuentre equívoca mi idea con fundamento en su conocimiento amplio de la profesión que enlaza a grandes personajes del pasado como Hipócrates, Galeno, Avicena y Vesalio.

He escuchado múltiples veces en discusiones de directivos, profesores y estudiantes del programa de Medicina -y me imagino que esto ha sucedido y sucederá en otros programas que conduzcan a la obtención de titulación profesional para ejercer X o Y actividad honorable- el que el futuro de la profesión es malo, porque hay muchos médicos ejerciendo o tratando de ejercer. Además, con cierta periodicidad se gradúan muchos médicos más que desean ingresar al mercado laboral. Quizá esto redunde en la propuesta que algunos hacen de que se limite mayormente el ingreso de estudiantes a los programas de Medicina y para algunos también que no se reciban estudiantes por cierto tiempo en la Facultad de Salud, a la espera de que algunos de los actuales médicos en formación o ejercicio, se jubilen o fallezcan.

Creo que esto se asocia con la dependencia fuerte que la mayoría de los seres humanos tienen del dinero que se pueda conseguir un profesional o las posibilidades de desarrollarse en ese ámbito y por lo tanto, se recomienda y aconseja que se reduzca el número de personas que aspiran a formarse como médicos, pues, su futuro es incierto y las probabilidades de ingresar al mercado laboral son bajas, ya que la competencia es alta. Por ejemplo, para 1967 el número de médicos que había por cada cien mil pobladores en nuestro país era de 45 (Lopez Piñero, García Ballester.1987), hoy, con múltiples programas de Medicina "compitiendo" por el mercado de estudiantes -algunos por la calidad, otros por el dinero y otros más por ambos-, el número es mucho más alto que la cifra indicada. Así, entre 1970 y 1977 los programas de Medicina en el país se duplicaron pasando de 5 a 10 y en 1998 pasó a 43. Además, el número de egresados de las facultades de Medicina pasó de 625 en 1974 y a 1752 en 1995 (Morales, Cavarriaga, Esguerra, 2001), lo que significa una aumento aproximado del 300%.

Aunque es “cierto” lo que indican las cifras en el sentido de la competitividad por un trabajo noble, parece que quién interpreta el número crudo, se olvida o desconoce como lo hacen la mayoría, que la vida misma es incierta, que en un segundo estas vivo y al siguiente quizá no, que para estar saludable al menos desde la perspectiva fisiológica, se deben mantener miles de variables entre el valor homeostático y los valores alostáticos no crónicos, que la muerte puede darse muy fácilmente y por lo tanto, que cualquier futuro es incierto. Bien, acaso por ello no deseamos seguir viviendo e intentando mantenernos vivos a manera de entidades desafiantes de las leyes termodinámicas alimentando la entropía?.

La relación entre la técnica –en ciertos momentos la Medicina puede ser considerada como tal- y la vida posee un anverso y un reverso de desazón y temor (Laín Entralgo, 1986), más parece que esto lo olvidan algunos. Cuando ellos ingresaron a estudiar su profesión, lo hicieron la mayoría por gusto, por placer no mediado por dinero, no por el sustento del alimento y la vivienda, sino, por una especie de retroalimentación positiva del encéfalo -en especial del cerebro- para sentirnos útiles: cada vez más, o simplemente para satisfacer nuestras ganas por algo.

Cosa similar sucede con el enamoramiento y es la analogía que quiero recalcar: cuando nos enamoramos de alguien, no nos desanimamos o cortamos el romance porque vemos detalles que pudieran ser desastrosos, como si la otra persona está manca, tuerta, en silla de ruedas, si tiene asimetría marcada de los ángulos orales, si presenta fuerte hipertelorismo, si una de sus molares esta cariado, si es hija de personas con enfermedad de Alzheimer, si está flatulenta, con halitosis o ceborrea, si tiene macroglosia y multitud de opciones que podrían llevarnos a decir que esa persona no nos generará plenitud. De cierta manera, simplemente algo de esa persona nos impacta y decidimos arrojarnos a su camino de vida persiguiendo comprenderla, compartir y aportar nuestro genoma en paquetes celulares vehiculizados por las células germinales.

Pues, así como sucede con el enamoramiento, algo similar sucede con la noble profesión médica y no porque detalles como que no habrá o hay pocas fuentes de trabajo, impedirán que la gente se forme y se gradue en la profesión deseada. Lo verdaderamente importante de muchos eventos del curso de vida es el que seamos hábiles para poder intentar resolver las inseguridades del futuro que son naturales como la vida misma.

Creo que no debemos dejarnos mellar por las ideas de aquellos que aunque hacen un análisis “real” de la situación de las profesiones en este caso de la Medicina, parecen que no se hubieran enamorado de su profesión. Debemos insistir en lo que queremos ser. Por alguna razón, las personas inteligentes son capaces de adaptar su saber a la situación que se presente en un momento determinado de la vida y poder sobrevivir y seguir estando comprometido consigo mismo. No desfallezcas en estar en un continuo enamoramiento con tu profesión.


REFERENCIAS

Laín Entralgo P. La Medicina Actual. Ediciones Orbis, S.A. Barcelona.1986: 54.
Lopez Piñero JM, García Ballester L. Introducción a la Medicina. Ediciones Orbis, S.A. Barcelona. 1987: 130.
Morales S, Cavarriaga P, Esguerra G. Las condiciones laborales de vida de los médicos en Colombia 1996-1998. Fundación Corona. Bogotá. 2001.