jueves, junio 26, 2008

COMENTARIOS SOBRE NUESTROS CURRICULA

LUIS ALFONSO MEJÍA

En diferentes escenarios, en contra de la opinión y, a veces, de la emoción de mis compañeros de trabajo, me he mostrado partidario de que se disminuyan los contenidos de los currícula de profesiones como medicina y enfermería; y esto me ha parecido posible porque para el ejercicio de las mismas buena parte de lo que enseñamos no es necesario.

Fui médico general durante dos buenos años antes de ingresar a la residencia. Y, de anatomía, sólo necesité saber en dónde están los órganos para poder reconocerlos en una radiografía (supongo que el que sí tiene que saber en dónde se encuentra el calamus scriptorius es el neurocirujano, así como el experto en la macroglobulinemia de Waldestrohm debe ser el oncólogo y en los restos de Walthaard el anatomopatólogo).

Para examinar un paciente me fue suficiente lo que aprendí en semiología, y para tratar una infestación por lombrices me bastó el informe del examen coprológico. De anatomía de la mano no necesité mucho porque como médico general se me limitaba el acceso al escalpelo.

Y es que el conocimiento no se agota en las ciencias básicas. Y es que el conocimiento no se limita a mi especialidad y mucho menos a los linderos de mi cátedra. El conocimiento se obtiene mediante diferentes miradas, y nadie, por científico que sea, tiene la totalidad del conocimiento.

Siempre me ha llamado la atención el hecho de que en la universidad (no solo la de Caldas, la de todo el mundo) se pretenda intoxicar lactantes con carne gorda y ají pajarito. Desde el punto de vista de una lógica lineal, puede ser razonable (que no del todo conveniente) que se empiece por la abstracción teórica sustentada en experiencias que en el futuro no serán las más útiles (no es, acaso, abstracción inútil el esfuerzo que hace un estudiante de 16 años para entender que de las células ectodérmicas puedan derivarse huesos sin tener que pasar por la capa mesodérmica?). Pero desde una lógica basada en formas más eficaces de aprendizaje se impone un método, también lineal, pero en la dirección opuesta: primero la experiencia útil, después la abstracción.

Si los estudiantes empezaran por ver pacientes, tocar barrigas, sentir en las puntas de sus dedos el sudor viscoso de las axilas y oler el sarro que se acumula debajo de una prótesis dental en un paciente deshidratado, tendrían la oportunidad de desertar a tiempo y, de no hacerlo, de decidir si es más importante escarbar la hez o interpretar el resultado de un examen coprológico.

Una diferencia fundamental entre las ciencias y las profesiones es la abstracción. El científico, y el que decida serlo, tiene la obligación de dedicarle su tiempo y su vida a tareas como comprender, pensar, preguntar, tratar de responder, criticar, reconocer las hendiduras en que todavía no es posible una respuesta, etc. Pero el profesional es una persona que decide dedicarle su vida a un oficio. Y el oficio de la medicina está orientado al servicio de los demás, no al conocimiento. El centro de la discusión no está pues en si debo aceptar o no lo que la sociedad les exige a los profesionales; el punto está en cómo los preparamos para que sean eficientes en el ejercicio, independientemente de si saben o no hacer lo que nosotros hacemos.

Hace cincuenta o sesenta años la Universidad preparó médicos generales que fueron capaces de hacer cirugías impensables en Salamina y Riosucio. Hace cuarenta, la influencia gringa nos impuso el sistema actual, en el que se prioriza el conocimiento en ciencias básicas sobre el conocimiento clínico. Y dese hace unos quince la medicina basada en la evidencia ha producido protocolos de manejo que hacen posible que un funcionario egresado de un programa de medicina, utilizando esos protocolos, maneje adecuadamente, sin operar barrigas y sin saber manejar un microscopio, el ochenta por ciento de la patología cotidiana de una región. Como están las cosas, ya no es necesario que los médicos generales beban líquido amniotico; y como están las cosas, tampoco parece necesario que aprendan cómo es una célula de Reed Sternberg para, en menos tiempo, poder salir a ganarse un salario que les permita ahorrar para , si deciden seguir estudiando, ingresar a un postgrado en el que puedan enfrentarse con las abstracciones de que tanto nos enorgullecemos.

Permítanme repetir lo que dije en la última reunión del Departamento: El futuro de este grupo, que ya se puede preciar de altamente calificado, está en los postgrdos. Los exhorto a que enfoquemos nuestros proyectos hacia ese objetivo, pues los pregrados cada vez van a necesitarnos menos.

Y espero que mis compañeros sepan comprender mi lenguaje, en el que, si a veces aparece el sarcasmo, no tiene nada de personal. Espero jubilarme pronto y no quiero que un proceso disciplinario de última hora motivado por una mala interpretación empantane mi derecho. A todos los considero mis amigos y a todos les tengo gran consideración y respeto. Solo me queda esperar seguir mereciendo el saludo de todos ustedes.

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